De la Villa a la Capital del nuevo Departamento
Plaza de la Constitución un tránsito socio urbano entre los siglos XIX y XX
La Plaza de La Constitución fue el nombre que se le dio a la Plaza Mayor de la Villa de Cali durante el siglo XIX. El proceso de constitución de La República incluyó algunos cambios en la denominación de los espacios locales del Cantón de Cali. Éste nombre se mantuvo durante el periodo que va desde de 1813 a 1913, a partir de aquí, el nombre que adoptaría la plaza central de la capital del naciente Departamento del Valle del cauca (1910) sería el nombre que nos acompaña hasta nuestros días La Plaza Caicedo, en homenaje a un prócer de la Independencia: Joaquín de Cayzedo y Cuero. Los cambios en las toponimias estuvieron a acompañadas de una serie de procesos que en este breve texto se intentan abordar para así comprender un periodo de categórica importancia para la historia de la ciudad de Cali. Hablamos del proceso de modernización de la ciudad el cual nos indica una transición cultural, económica y sociopolítica vivida entre mediados del siglo XX y las primeras décadas del Siglo XX. Siendo así, los invitamos a conocer algunas de las características fundamentales que se relacionan con este espacio céntrico de la ciudad y sus trasformaciones más importantes.
Un aspecto fundamental para comprender el desarrollo urbano de Cali, tiene que ver con las propiedad de la tierra y la apropiación de los ejidos de la ciudad, en este sentido las investigaciones de la historiadora Margarita Pacheco, nos indican que desde el temprano siglo XVIII los sectores populares reclamaban al cabildo por el acceso a tierras ejidales a lo cual este respondió señalando su ocupamiento. En consecuencia, hubo que hacer una nueva demarcación para solucionar el impasse de turno.[1] Según explica la autora, la demarcación comprendió:
Seis cuadras en largo por oriente, desde la última casa del barrio El Vallano hacia el resguardo de Yanaconas (de San Diego de Alcalá); otras seis cuadras largo por occidente, desde la última casa del barrio empedrado hacia la loma de San Antonio; y cuatro cuadras en dirección sur, hacia el Monte Calvario y la loma de la Mano del Negro.[1]
[1] ARBOLEDA, Gustavo. Historia de Cali. V I. p 370. Documento citado en: PACHECO, Margarita. Ejidos de Cali, siglo XIX. En: HISTORIA Y ESPACIO. Cali; Universidad del Valle. N°6 y 7. (Jul-Dic.1980). Edición digital disponible en: http://bibliotecadigital.univalle.edu.co/xmlui/bitstream/handle/10893/7443/1.%20Ejidos%20de%20Cali%20siglo%20XIX%20-%20Pacheco%20Margarita.pdf?sequence=1
[1] PACHECO, Margarita. La fiesta liberal en Cali. Cali, Ediciones Universidad del Valle.1992. pp 13-33.
Más allá de esos, los ejidos como una tierra destinada para los pobres se convirtieron en una “representación colectiva”, es decir, en un precepto compartido por la sociedad con una capacidad estructurante sobre el individuo, el cual bajo ciertas coyunturas se habría escenificado en distintos eventos asociados a la cultura política popular, entre ellos, el levantamiento de 1876:
El acceso a los bienes comunales había representado, desde el último tercio del siglo XVIII, la reivindicación de viejos derechos sobre la tierra adquiridos a través de la elaboración de un pacto consensual incumplido -realizado en un pasado no remoto aún, cuando el ejido expresaba una vaga idea de igualdad originaria y un sentido de necesidades cubiertas- a lo cual se fue añadiendo la creencia generalizada, de hondo arraigo ya para finales del siglo XIX, de una donación virreinal no acotada. A todo ello se sumaron las expectativas que despertaron las promesas contenidas en el discurso liberal de la época. La negociación y/o la dilación en el cumplimiento de lo anterior fue determinante para que los plebeyos generaran un “discurso oculto” que se divulgaría a través de las sociedades democráticas y que se expresó tanto en paciente resistencia como en abierta rebelión [1]
Siguiendo un padrón de 1797, April identifica la existencia definida de tan solo cuatro barrios, siendo estos La Merced, Santa Rosa (San Francisco), San Agustín, San Nicolás, siguiendo una real provisión que también indicaba al cabildo su poder para elegir a un alcalde para cada barrio. Desde la última década del siglo XVIII, La división se establecía siguiendo la delimitación real. Un vistazo al padrón de 1808, le permite a Aprile brindar algunas pistas en torno a factores tan importantes como el número de manzanas y el tipo de habitantes cobijados, según una disposición de barrios (cuarteles) reducida tan solo a cuatro: La Merced, San Nicolás, San Agustín y San Francisco (antes Santa Rosa).
De igual forma, el padrón de 1808 le permite a April descifrar la morfología de la ciudad a las puertas de un nuevo siglo. Es por ello que puede afirmarse que para 1808 en el barrio La Merced (allí figuran lugares como el convento La Merced, Santo Domingo, el hospital San Juan de Dios y tiendas alrededor de la Plaza Mayor) se concentraba la elite social, en oposición al 87% restante ubicado en los demás barrios (incluyendo. Una vez más este último grueso de la población era calificado como plebe y sus asentamientos se caracterizaban por la prevalencia de casas de bahareque[2] de techos pajizos.
Entre otras cosas, hay que recordar que la ciudad de Cali para la primera mitad del Siglo XIX estuvo subordinada en calidad de provincia a Popayán ciudad capital del Estado caucano. Para el Siglo XX estas jerarquías se transformaron a luz de los cambios en el mercado interno, y Cali empezó a figurar como capital del recién creado Departamento del Valle del Cauca, subordinando a ciudades como Buga y Palmira que venían siendo reconocidas como verdaderos centros económicos, religiosos y políticos. Cali tan solo constituía un poblado con algunas parroquias, su pequeño casco urbano se encontraba rodeado por haciendas y sus habitantes todavía tenían un pie en el naciente poblado urbano y el otro en las múltiples haciendas. De todas formas constituía la capital del Departamento, nucleaba el grupo dirigente de la ciudad que era poseedora de plenos poderes para ordenar, administrar y concentrar todo tipo de capitales y modelos de desarrollo.
La propiedad y los movimientos económicos de las familias que aparecen durante esta larga trayectoria histórica, tienen en común apellidos asociados a la reconocida burguesía local, grandes propietarios de tierras rurales, urbanas, estancias, haciendas e igualmente propietarios de esclavos en la región desde el siglo XVII: Cayzedo Hinestroza, Garcés de Aguilar, Soto y Zorrilla, Lourido, Tenorio, Vallecilla, Vernaza, Zamorano, Castro, Garcés, LLoreda y Mercado, entre otros. Es preciso mencionar que sus apellidos no corresponden a la de simples individuos, son portadores de un extenso capital social y simbólico61, acumulado desde el siglo XVI y XVII, y para la modernización del siglo XX como estructuras de poder, lideraron los proyectos modernistas de la naciente capital Santiago de Cali. En el siglo XX los encontramos produciendo capital comercial y rentista62, en algunos pocos casos, convertido en capital industrial.
Las reformas liberales de mitad de siglo XIX parecen haber estimulado y fortalecido distintas dinámicas comerciales cuya impronta en la historia de la ciudad no debe desdeñarse. La formación de casas comerciales, las dinámicas mercantiles expresadas en la prensa local y la progresiva constitución de cónsules que esperaban poco a poco articular la producción local con el mercado exterior hacen parte de un clima moral bastante interesante, el cual une las décadas finales de un siglo con las primeras del siguiente. En efecto, desde la ley de descentralización fiscal de 1850, cada vez las instancias administrativas menores tuvieron un mayor grado de injerencia, a raíz de las expectativas de las elites comerciales que desde distintas regiones buscaron encaminar a las economías locales dentro de las lógicas del librecambio. En consecuencia, en la provincia del Cauca hubo una transformación de su ámbito administrativo y territorial, cuya mejor expresión fue la creación del Estado soberano del Cauca y su división en subregiones.
Ahora bien, esa serie de transformaciones político-administrativas son indisociables de la paulatina consolidación de elites agro-comerciales como un sector clave que, a su vez, impulsó una intensa serie de transformaciones económicas y urbanas en Cali. Como bien insiste el historiador Edgar Vásquez Benítez, sin duda, ellas serán la figura dominante de toda esta instancia, al combinar actividades ganaderas, agrícolas, el comercio interno y la exportación de productos primarios[3]. Puede decirse que la relación de estas elites agro-comerciales con el ámbito político administrativo no es ningún secreto. Un vistazo a documentación de la época bien lo corrobora; un buen ejemplo es la presencia de empresarios extranjeros que paulatinamente se vincularon con las elites locales, en la documentación institucional de las altas esferas de gobierno. En el caso de la memoria de 1872, figuras como James y Santiago Eder aparecían como cónsules comerciales de países como Estados Unidos y Chile, residentes en Buenaventura y en estrecho asocio con la dinámica política y comercial de la ciudad[4]. El caso de estos inquietos personajes, los Eder, quienes después fueron miembros de las distintas asociaciones detrás del proyecto de introducción de la navegación a vapor por el río Cauca, no fue un hecho aislado. Como estos, también se encontraban los siguientes extranjeros: Francisco Javier Cisneros, ciudadano estadounidense de origen cubano quien fuera el primer ingeniero del Ferrocarril del Pacífico; Carl Hauer Simmonds, ciudadano alemán e importante comerciante que lideró los procesos de navegación a vapor por el río Cauca, entre otros. Ello permite a Vásquez Benítez generalizar un poco lo que fue el pensamiento de muchos de estos hombres. Según este autor: “Desde las postrimerías del siglo XIX una nueva mentalidad – mezcla de apego a las viejas formas sociales y aspiración a las novedades- comienza a animar la lucha por la región vallecaucana. El aislamiento regional, que impedía la inserción en las corrientes agro-exportadoras y el acceso al mercado mundial (…) era el primer obstáculo”[5].
Pese a incontables tropiezos debido a las guerras civiles que marcaron la vida social y política de la Región durante la segunda mitad del siglo XIX, esa infraestructura fue llegando. Por lo menos desde la década de 1890, los viajes a vapor por el río Cauca parecían ser la respuesta a la necesidad de mejorar el transporte fluvial en balsas. Vásquez Benítez, una voz muy autorizada en estos temas brinda un buen recuento:
El Nuevo camino a Palmira (1868), el mejoramiento y apertura de vías a Pavas y Papagalleras, la remodelación del camino a Navarro, la adecuación de los ríos Cali y Jamundí en 1868, la empresa de telegráfos en ese mismo año, la inauguración y el funcionamiento del servicio de vapores por el río Cauca desde Cartago (1885) que mejoró la comercialización de productos agrícolas introducidos por el abasto de Cali desde La torre, el comercio y Juanchito y Navarro, en 1894, la puesta en servicio parcial de algunos trechos de la vía de Buenaventura a medida que se iban construyendo, la regularización y mejoramiento del sistema de correos, fueron cambiando el panorama del transporte y de las comunicaciones para ir adecuándolos a las exigencias que planteaba la recuperación económica de la región y los cambios sociales.[6].
Cali ingresó en firme al siglo XX, mediante el proyecto de navegación a vapor por el río Cauca liderado por el ciudadano alemán Carl Hauer Simmonds. Lo que permitió para los años de 1905 integrar una red de mercados que comunicaban a Cali con diversos embarcaderos de zonas aledañas del norte y sur del departamento del Cauca, generando un intercambio comercial de diversos productos agrícolas, los cuales incidieron en el aumento del empleo e ingreso económico de la región. Como antecedente al fortalecimiento del intercambio comercial y manufacturero que vivió la ciudad, en el año de 1897 se había terminado de construir la edificación de la Plaza Central de Mercado. Obra significativa a la cual se articularon las nuevas formas de transporte moderno que llegaron a la ciudad como fue el Tranvía Municipal, que se interconectaba a través de la estación del Puerto de Juanchito con las embarcaciones que navegaban por el río Cauca (transporte fluvial que comunicaba a Cali con diversos municipios ubicados al sur y norte de la ciudad).
En 1910 el Distrito de Cali contaba con una población de 26.356 habitantes y un moderno Tranvía Municipal lo comunicaba con el Puerto de Juanchito103. El 26 de octubre de ese año se creó la compañía de electricidad y la primera Cámara de Comercio de la ciudad; a su vez se planificaron propuestas de tipo administrativas, económicas y urbanas para la llegada del Ferrocarril del Pacífico. Como vemos, hay una serie de transformaciones sociales, económicas, políticas, culturales y de cambios en la infraestructura urbana de la ciudad en su inserción al mercado exterior, vía Puerto de Buenaventura.
Cali en 1915 estaba dividía en cuatro barrios[7] ubicados en los cuatro puntos cardenales del perímetro de la ciudad: barrio San Antonio, comprende la parte occidental desde el río Cali en línea recta por la calle 10ª hasta terminar el perímetro de la ciudad por el lado sur; el barrio San Nicolás, comprende la parte oriental desde la orilla del río Cali en línea recta por la calle 14 hasta el perímetro de la ciudad por el lado sur; barrio Del Puente, parte norte entre la carrera 5ª y las calles 10 y 14, prolongadas hasta el rio Cali, y también la parte de la población situada sobre el lado izquierdo del río comprendida entre el Charco La Estaca y la quinta de Versalles; barrio de Las Galerías, parte sur entre la carrera 5ª y las calles 10 y 14 prolongadas hasta el perímetro de la ciudad por el lado sur. Es un desarrollo urbano compacto con sistemas de transportes modernos comunicados con el Puerto de Buenaventura, facilitando el transporte intermunicipal de personas y de carga pesada. En la Gaceta Municipal (8 de mayo de 1917) Andrés J. Lenís nos narra de manera clara cómo se daban esos cambios urbanísticos en la ciudad:
Situada en una suave pendiente de la cordillera Occidental de los Andes en los márgenes del cristalino río de su nombre y su horizonte Oriental se dilata en el ubérrimo y pintoresco Valle del Cauca, cruzado por el río Cauca y navegable por vapores que tienen un intenso movimiento comercial. Dista de los puertos fluviales seis kilómetros y está unida por un tranvía a vapor con el Cauca en Puerto Mallarino, donde se hace un activo comercio de víveres (…) Dista del puerto de Buenaventura, sobre el Pacífico, ochenta kilómetros, y de Bogotá, Capital de la república, 500, y está enlazada con el puerto por una línea férrea (…) El área de la ciudad ocupa 256 hectáreas y tiene una población aproximada de 30.000 habitantes. Tiene 17 carreras que van de Occidente a Oriente, y 24 calles de Sur a Norte, todas debidamente numeradas. (…) El núcleo denso de la población de la ciudad tiene 220 manzanas con 3685 casas, número este que aumenta diariamente porque el desarrollo de la población es considerable y crece en una progresión muy halagadora, al mismo tiempo que los antiguos edificios van siendo sustituidos por construcciones modernas de acuerdo con los últimos adelantos de la higiene y la estética (…) la ciudad tiene edificios públicos de bastante importancia, entre los cuales se encuentran: una casa de Gobierno Departamental, construcción moderna y sólida de mampostería (…) el Colegio de Santa Librada (…) una casa para escuela de niñas; el Hospital de caridad; una sólida, elegante y espaciosa plaza de mercado; el matadero público (…) un local amplio con platea abierta, para representaciones cinematográficas y que se habilita para teatro. (…) La estación del ferrocarril está en la parte más oriental de la ciudad y la vía férrea que llega a la población por el norte, cruza el río Cali sobre un sólido y elegante puente de hierro. (…) entre los parques de la ciudad el de Cayzedo tiene una hermosa verja de hierro (…) existen los parques de San Nicolás, del Centenario, de Bolívar y las plazas de Santa Rosa y San Francisco (…) los alrededores urbanos son muy pintorescos porque la vegetación es espontánea (…) por el occidente de prolonga la avenida de El Peñón: hacia el oriente la de Uribe Uribe; al norte el paseo de las Ceibas y al oriente limita el área poblada la Avenida Miguel López Muñoz, que pasa de sur a norte frente a la Estación del Ferrocarril.[8]
Vásquez Benítez acierta al señalar que entre los años veinte y treinta, las clases dominantes (patricios ahora seducidos por los cantos de sirena del comercio mundial) empiezan a desplazarse de los entornos de la Plaza Central conformando barrios como El Peñón y San Fernando, mientras que el barrio obrero y los entornos del parque de San Nicolás empiezan a convertirse en recintos de la naciente clase fabril. El surgimiento de barrios distantes de la mancha urbana inició en la década de 1920 con la aparición del barrio San Fernando entre 1925- 1929. Los límites tradicionales de la ciudad se rompen con el surgimiento de barrios como Granada y Versalles, al norte en la margen izquierda del río Cali, y el Alameda al sur de la quebrada La Chanca[9]. Al área Municipal de Cali pertenecían los corregimientos: Puerto Mallarino, El Poblado, Villanueva, Navarro, Cascajal, Cañaveralejo, Meléndez, Pance, Felidia, Pichindé, Andes, La Leonera, La Elvira, La Paz y El Retiro. Estos corregimientos desempeñaron un papel fundamental en la economía de la región por su producción agrícola y pecuaria; algunos eran embarcaderos comerciales como el caso de Puerto Mallarino. En el pie de monte de las laderas al occidente de la ciudad, se presentó la explotación artesanal de carbón mineral en la zona hullera y en el barrio San Antonio se daba una comercialización del carbón vegetal, transportado en costales de seis arrobas, proveniente de los corregimientos y sectores de Pichindé, La Elvira y Tocotá.
A partir de ese momento, la inversión extranjera y el desarrollo de un particular sector industrial ligado a la agroindustria de la caña de azúcar convirtieron a la ciudad en un polo atractor de población, en especial de la denominada cuenca demográfica del suroccidente del país. Durante mucho tiempo, la ciudad había sido planificada por parte de la administración tradicionalmente a través de la legislación municipal. Se pretendía reglamentar el crecimiento físico de la ciudad y la forma de construir las nuevas áreas residenciales por medio de algunas disposiciones de carácter general, promulgadas en diversos acuerdos que actuaban alrededor de tres aspectos principales: la sucesiva ampliación del perímetro urbano decretado desde el Concejo; la apertura de vías externas a la ciudad, y el cobro del impuesto predial, importante fuente de ingresos de la administración municipal. Sin embargo, no se contemplaba en ningún momento a la ciudad como un todo, sino que se llevaban a cabo acciones puntuales sobre problemas específicos.[10]
[1] PACHECO, Margarita. Al oeste del Paraíso: la navidad de 1876 en Cali, Op cit. p 101.
[2] Ibíd., 340.
[3]Véase: VÁSQUEZ BENÍTEZ, Édgar. Historia de Cali en el siglo 20. Sociedad, economía, cultura y espacio. Cali, RESTREPO HENAO, D., ABELLA, P(eds). 2001, pp.35-40.
[4]Cuadro de los ajentes diplomàticos y consulares estranjeros residentes en el territorio de los Estados Unidos de Colombia. En: Memoria del secretario de lo interior y relaciones exteriores al congreso nacional de 1872. Bogotá, Imprenta de Medardo Rivas. 1872. Biblioteca Nacional de Colombia. Fondo Pineda, Pieza 1. p 106.
[5]VÁSQUEZ BENÍTEZ, Édgar.. Historia de Cali en el siglo 20. Óp. cit. p. 3.
[6]VÁSQUEZ BENÍTEZ, Édgar. Historia del desarrollo urbano en Cali. Óp. Cit.p. 100.
[7] Gaceta Municipal, Cali agosto 25 de 1915, año VI, número 121. Por el cual se divide la ciudad en cuatro barrios para efectos de la ordenanza 36 de 1915. Junio 18 de 1915, p. 962.
[8] LENIS, Andrés J. Datos Relativos al Municipio de Cali, para el Libro Azul de Colombia. Gaceta Municipal. N° 156, mayo 8 de 1917. H4-8.
[9] Jiménez Pérez, Nayibe. Elementos Históricos y Urbanos en la Generación de Desastres por Inundaciones y Deslizamientos en Cali, 1950-2000. Tesis de pregrado en Historia. Cali: Universidad del Valle, Facultad de Humanidades, programa de Historia. 2005, p.81.
[10] Ibid. p 224.